martes, 27 de noviembre de 2007

Norte-Sur

Señor lector, recientemente me contaron la historia de un chamaco latino-americano que se fue al Norte a los diecisiete anos. Tuvo la gran suerte de ser acompañado por sus padres y hermanos. A este chico le gustaban las películas de cowboys y de piratas provenientes de Hollywood. Antes de que este chicuelo hubiese nacido, su padre había estudiado en una universidad de prestigio, en Michigan, y había vuelto al Sur para continuar trabajando en una empresa norte-americana. Al hijo le gustaba escuchar a su padre hablar inglés, sin entender lo que decía, porque le agradaba ese sonido salpicado de eses, incluso él imitaba al padre con elocuciones inventadas y se regocijaba cuando el papá le decía que había dicho algo en inglés, que luego le traducía. El padre jubiló, por razones de salud, y se mudó con su familia al Norte. El hijo adolescente se integró al liceo como pudo, conforme con su situación de inmigrante en un país tan grande, con tantas cosas desconocidas, pero con valores altruistas. El muchacho no estaba bien dotado intelectualmente, pero tenia buena voluntad, y fue encontrando lo que la vida le deparaba, sus ojos dispuestos a ver lo bueno, su corazón incapaz de ver lo malo. Uno que otro puñetazo inesperado lo fue despabilando, pero solo hasta cierto punto.

Han pasado más de cuarenta años desde que el joven se bajó del bote que lo llevó a la costa Floridiana. El muchacho, ahora con pelo cano, conoce mejor donde vive (los años alguna enseñanza le dejaron) pero se encuentra menos a gusto. Todavía logra llevar una vida medianamente sana, me dijeron, porque ha tenido la suerte que suele salvar al cándido, logrando sortear caos y pestes sin haberse preparado para estas cosas como se aconseja.

Así, el sueño de este adolescente de conocer el país del inglés que le gustaba escuchar se convirtió en realidad. Pero si en las películas de su juventud triunfaba la justicia y los malhechores eran castigados, en el mundo que ahora le toca vivir sucede lo contrario. La ley está a cargo de cuatreros, el comercio a cargo de una horda de bárbaros, y la protección de la gente a cargo de piratas. Él ahora sueña con volver al Sur, donde el amanecer de cada día promete más libertad.

Señor lector, le cuento esta historia por si usted ve a este joven con arrugas que ha perdido su norte. Dígale que sí, que ahora el Sur se prepara para defender al débil, y es donde las personas finalmente lograrán vivir en paz y dignidad.

Jorge Méndez

1 comentario:

Anónimo dijo...

estimado sr. mendez!
lo felicito por el excelente artículo retrata muy bien a quienes tenemos una patita acá y otra allá, con y sin arraigo, los que nos fuimos jóvenes, sin autonomía, siguiendo el destino de terceros, pero a una edad en que de alguna manera nos deja pegados a la infancia. como que siempre quedamos con ganas de volver al terruño que nos vio nacer.

gracias por el toque de humanidad impreso en esas hermosas líneas.

rodolfo