viernes, 31 de agosto de 2007

Una amarga movilización

El pasado 29 de agosto tuvo lugar un paro o movilización que me dejó un sabor amargo. Desde la derecha se sobaban las manos al observar el socavamiento de autoridad que el desarrollo de los sucesivos hechos iba desencadenando. De partida la autoridad fue puesta en jaque desde el momento que no se pidió permiso ni autorización alguna para manifestarse, lo que no dejó de poner nerviosas a las autoridades políticas. El argumento de la CUT (Central Única de Trabajadores) para no solicitar los permisos está dado por un artículo de la Constitución Política de la República de Chile en el que se reconoce el "derecho a reunirse pacíficamente, sin permiso previo". El argumento gubernamental está dado por el decreto supremo nº 1.086 del 15 de septiembre de 1983 en el que se señala que "las reuniones en las plazas, calles y demás lugares de uso público, se regirán por las disposiciones generales de la policía". Esta disposición fue promulgada en pleno régimen militar para reprimir y sofocar las tradicionales protestas del mes de septiembre y que nos sigue rigiendo sin que a la fecha se haya visualizado interés por derogarla de parte de los sucesivos gobiernos de la Concertación.

La razón invocada por el presidente de la CUT se resume en que "la gente está demasiado violentada en sus derechos”. Esta frase intenta resumir un descontento que vas más allá de una disconformidad con un gobierno en particular. Lo que la movilización procuró fue expresar un profundo rechazo al tipo de país que estamos construyendo, centrado en el mercado, el individualismo y la competencia, donde la sociedad y la democracia vale hongo, porque al final, cada uno vale no por lo que es, sino por lo que tiene, en su bolsillo y en un mercado inmobiliario, financiero y/o productivo controlado por unos pocos.

En tal sentido, el paro fue una invitación a reflexionar sobre el modelo de país que queremos. Como muchos, no podía sino compartir esta invitación. Sin embargo, no la compartí por la convicción de que esta lógica iba a verse totalmente desvirtuada y minimizada por los desmanes y la destrucción de bienes públicos y privados, con independencia de si se producen como causa o consecuencia de la represión policial.

Un país como el nuestro no puede darse el lujo de destruir voluntariamente la vida de sus habitantes ni la de sus bienes, tanto públicos como privados, cuya reconstrucción terminamos pagando todos. Existen formatos de movilización y expresión ciudadana pacíficos, no violentos, mucho más efectivos, que abren en vez de cerrar corazones y que obligan a reflexionar antes que a reprimir. Martin Luther King y Gandhi son claros ejemplos que merecen ser imitados.

No es un camino fácil, puesto que exige seguridad, confianza, organización, disciplina, voluntad férrea. Si cada uno de los trabajadores hubiese permanecido en sus casas y las calles hubiesen estado desiertas, otro gallo cantaría. Los actores políticos y empresariales estarían reflexionando en serio en torno al mensaje que la gente habría entregado. Por el contrario, hoy el foco está centrado en la violencia destructora.

A la dictadura no la vencimos con los paros de protesta, actividades que por el contrario, la reforzaba y sostenía; muy por el contrario, la vencimos con un lápiz y un papel. Ese es el camino, no otro.

En Estados Unidos, no hace mucho, para protestar contra el acoso a los trabajadores ilegales, éstos decidieron quedarse en sus casas y no ir a sus lugares de trabajo. La paralización fue tan impresionante que obligó a modificar las disposiciones en torno a los ilegales. Pacíficamente demostraron que son ellos los que sostienen la economía norteamericana. Tuvieron la capacidad y el liderazgo para hacerlo. Eso parece hacernos falta aquí.

jueves, 16 de agosto de 2007

Lázaro no estaba muerto, andaba de retiro

Luego de años de silencio, en que la Iglesia Católica se había encerrado en la privacidad de los “temas valóricos”, cual Lázaro bíblico, por estos días pareciera haber revivido la jerarquía. El obispo Goic se acordó que defender la vida incluye opinar sobre algunas cosas más que sólo vigilar con quien tenemos sexo. O sea, en estricto rigor, con quien los otros tienen sexo. Lo cual no es poco, luego de años de autoexilio del espacio público “amplio” y de autolimitarse a “defender la vida”. Por ejemplo, etiquetando como drogadictos, en una campaña a nivel nacional, a los hijos e hijas de matrimonios separados .

En este largo período Dictadura-Concertación, donde se ha profundizado la desigualdad del ingreso y de las oportunidades socioeconómicas, la Iglesia había opinado como mucho una vez al año. Aceptando poder omitir acontecimientos por ignorancia, sólo recuerdo la declaración de la Conferencia Episcopal en la primera mitad del 2005, una homilía de Tupper para un 1º de mayo o un Te Deum y... ¿hay algo más?. Porque no se puede tomar en cuenta la declaración de Errázuriz, obviamente en El Mercurio, defendiendo el lucro en la educación. Declaración donde lo pastoral brillaba por su ausencia: ¡no llevaba ni una cita bíblica!. Y estamos hablando del jefe de la Iglesia católica chilena... Iglesia que también tiene sus intereses en aquel “nicho de negocios”.

Pero volvamos a Goic. Por fin alzó la voz... bueno, dejémoslo en que declaró contra los bajísimos sueldos pagados en Chile. Como ya no se lo puede relacionar al comunismo internacional, ni ningún “legislador” de uniforme lo identificará con el Chapulín Colorado, la “seria” respuesta vino de otro lado. Desde los interesados y desde la “ciencia”. Es decir, de parte de los grandes empresarios, agoreros de las penas del infierno ante la más mínima sugerencia de igualdad; y, de sus voceros los economistas. Estos dicen lo mismo, pero con gráficos y números; lo cual bastaría para elevar sus opiniones a la altura de hechos científicos.

La respuesta de los grandes empresarios a Goic, no deja de extrañar. Se sabe que sus compañías crean una mínima parte de los empleos en Chile. Es decir, son declaraciones evidentemente ideológicas. Lo cual no critico. En democracia, todos tienen derecho a pensar y opinar lo que quieran. Más cuando ellos son dueños de los medios o pagan a esos medios en publicidad cantidades exorbitantes. El punto negativo es eludir la verdad y hacer pasar opiniones políticas por técnicas. O sea, salir con la patraña del bien del país, en vez de aceptar que no pagan más para no bajar sus ya millonarias utilidades. Será necesario recordarles las palabras que el mismísimo Adam Smith les dedicara: nunca pondrán el bien público, ni siquiera el de su nación, por sobre sus propios intereses.

Sobre las declaraciones de los economistas en respuesta a Goic, el gran economista J. K. Galbraith los señalaba como los voceros de los ricos y no tenía problema en indicar que ganaban fama mientras dijeran lo que aquellos quisieran escuchar. Eso sí, Galbraith podía decirlo porque era mucho más que un economista como se ha llegado a entender hoy. No era un mero tecnócrata. Era un intelectual. Y, cabe señalar para quienes no lo conozcan y en su atrevimiento me crean recurriendo a un “izquierdista”, que Galbraith era un liberal convencido en pro de la economía de mercado.

Entonces, a propósito de los economistas, quisiera referirme a las declaraciones de Evelyn Matthei, senadora Udi, quien fustigó al obispo por... no ser economista. En el fondo le dijo que no hablara leseras, porque no tenía idea. A primera vista, parecen lógicos los dichos de la senadora de que más allá de lo ético, la idea es pagar lo que cada empresa sea capaz. El problema es que la Economía Moderna en su afán de lucro (por el cual, de mala gana, crea empleos) enseña a bajar los costos para subir las utilidades. Como el empresario sólo puede planificar sobre los costos fijos, sólo podrá economizar en esos costos. Siendo el salario el costo fijo por excelencia. Entonces, hablando desde la “ciencia” económica, para qué pagar más, si la sobreoferta de mano de obra permite mantener bajos los sueldos y altas las ganancias.

La Economía Moderna, enseñada a la Sra. Matthei, es “científica”. El resto es poesía, nos dirán seria y sesudamente. Aparte de basarse en sus clases, ella ha de estar haciéndolo en quien todo Udi debería leer con avidez: Friedrich Hayek (digo debería, porque se dice que cierta persona neoliberal, ya en un cargo de elección popular, tuvo que tomar urgentes clases de los clásicos liberales). Hayek, premio Nóbel, gurú de la dictadura y padre espiritual de nuestros chicago boys & girls (recuerden la paridad), afirmaba que los salarios no son ni deben ser justos. Ni siquiera deben responder a las necesidades o merecimientos de los trabajadores. Simplemente son una de las vías para la “dispersión” del ingreso. En un sistema de mercado, no hay ni debe haber consideraciones de “justicia social”. Tal concepto es una mera ilusión y, de materializarse, sólo destruiría la sociedad.

La ciencia, nos dirán de nuevo seria y sesudamente, hace mucho dictó su sentencia. Una cosa es el mundo como quisiéramos que fuera y otra muy diferente es tal cual es. Los economistas, hacen de tripas corazón, y nos guían por la pérfida realidad aguantándose la pena. Eso es lo incomprensible para Goic. Este señor pensará que la cosa anda al lote. Pero, entiéndalo de una vez: Ética y Ciencia son ámbitos diferentes. ¡¿Qué se cree de andar proponiendo vivir la vida en base a una ética diferente a la del lucro máximo?!... Más, cuando los economistas —sin formación en Sociología, Psicología, Historia y Antropología— nos han “probado” el egoísmo natural del ser humano. Por más que no me quede claro si en su momento, les cobrarán a sus hijos todos los gastos de crianza, ¿o los harán firmar letras?

Como tantos economistas neoliberales (y católicos de la Udi), la Sra. Matthei se nutrió de la formación universitaria de una institución católica. Ella es Licenciada en Ciencias Económicas de la Pontificia Universidad Católica. La casa de estudios promotora del desembarco de la Escuela de Chicago en Chile. A fines de los años ’50 del siglo pasado, fue el rector monseñor Alfredo Silva quien firmó el convenio con la Universidad de Chicago. Es decir, para “formar” a sus alumnos en una línea económica para la cual la “justicia social” no existe. Dicho concepto y los demás de la moralina católica, son mera “ideología”. La propia Doctrina Social de la Iglesia, nos dirán los chicago, es una cháchara ideológica disfrazada de buenas intenciones. ¿O Ud. todavía imaginaba que en la PUC los ingenieros comerciales estudian Doctrina Social o a los economistas escolásticos de la Escuela de Salamanca?

Así es pues, Sr. Goic. No hay peor astilla que la del mismo palo. En tal sentido, no estaría mal revisar los currículum de las carreras de Economía de las universidades católicas del país. Si son católicas, pareciera bueno que enseñen menos de esa “ciencia” del egoísmo. Tal vez, sea conveniente enseñar un poco más de esa ideología llamada moral cristiana católica. Es más, estoy casi seguro de que si las personas ven a su ONG comprometida con ellos, hasta irían más a misa... Piénselo, ¿cómo sabe si así no se le siguen haciendo “canutos” los clientes?... Lázaro, ¡levántate y anda!

Andrés Monares

Electricidad en las costillas, los pies en la tierra

Sobre la agresión que sufrieron los jugadores de la selección chilena sub 20 a manos —pies, lumas, pistolas eléctricas y gases paralizantes— de la policía de Toronto, el presidente del fútbol chileno declaró lo que le señalara un oficial: que así tratan a los delincuentes allá. La policía explicó su intervención en razón de evitar una pelea con hinchas argentinos. Por suerte. Si se esfuerzan a tal punto para impedir una, vale preguntarse qué nivel de violencia alcanzarán las peleas allá.

Pero, a pesar de las informaciones contradictorias al respecto, parece desmedida la reacción de la policía. Incluso, si algunos jugadores hubieran querido efectivamente agredir a alguien. Sería casi de sentido común no dar palizas a delegaciones extranjeras y en un evento cuya información sale a gran parte del mundo. No hablo de entregar inmunidad a los invitados. Sólo que controlar exaltados, parece ser diferente de aporrear a un grupo de “delincuentes” y retenerlos. Menos en el “pacífico” y “civilizado” Canadá. Tierra de gringos, pero de los buena onda. Donde hasta el Liberalismo funcionaría amigablemente.

Tal vez se puede elucubrar que en Canadá, los facinerosos han de ser generalmente de piel oscura, de donde los guardianes del orden sólo hicieron su trabajo cotidiano. Que la poca popularidad del fútbol en esas tierras, no hacía muy importante el Mundial ni menos a la delegación en cuestión (de haber sido jugadores de patín hielo, les hubieran pedido autógrafos y hasta sacado fotos con ellos). Tampoco puede descartarse que la colonia chilena los tenga hartos —mucha bandera, camisetas rojas, cueca, ceacheíes y empanadas que “repiten”— y vieron su gran oportunidad de tomar revancha. O, por último, que en realidad es tan tranquilo el país, que de una vez por todas querían probar su hasta ahora virgen material represivo. Aceptémoslo y démosle crédito a ese fascista que todos llevamos dentro: no debe haber nada como relamerse con el dulce sabor del abuso de poder y la brutalidad policíaca.

Más allá de las humildes hipótesis aquí expuestas, todos sabemos que no hubieran tratado así ni a los más agresivos equipos ingleses, alemanes o suecos. Como ya se ha dicho bastante, todo apunta a un claro caso de racismo. A los “indios” y “negros” latinoamericanos —que no respetan las reglas, lo hacen todo mal o a medias, incultos, flojos y ladrones—, sí se les puede golpear. El gel y las cadenas de oro, sólo los hacía más parecidos a lo que, tal vez en el imaginario de un policía canadiense, debe ser un maleante.

En todo caso, lo más curioso del episodio me parece la reacción en Chile: se aceptó su carácter racista. Curioso porque en la propaganda ideológica y en la publicidad comercial (que hoy por hoy han llegado a ser lo mismo), se insiste en otra imagen. Como somos todos blanquitos, con una economía modelo en la galaxia (y más allá) y positivamente diferentes del resto de América Latina, es obvio que somos yunta de los blanquitos originales. Entonces, el alegato nacional viene a comprobar una doble falacia: no somos ni tan blancos, ni Chile un país tan importante, conocido ni menos respetado. El maltrato a conciudadanos por parte de la policía de inmigración española, vino a dar otra prueba.

Esta pésima experiencia de los jugadores chilenos, ¿servirá para abrir los ojos y ventear mentes? ¿Los choques eléctricos recibidos en Toronto servirán de una especie de electroshock colectivo? ¿Pondremos los chilenos los pies en la tierra y dejaremos de lado el chovinismo y los cuentos de hadas que se los creen muchos, pero los viven muy pocos? Es más, ¿podremos ver nuestro propio detestable racismo contra los pueblos originarios o los inmigrantes peruanos? ¿Se entenderá que “defender” el honor patrio mancillado diciendo cosas como “creen que todavía andamos con plumas”, es hacerlo con una afirmación altamente racista?. Como usar “indio” a modo de insulto o burla. Como decir en medio de la transmisión de un partido del propio Mundial sub 20 —“con mucho respeto” eso sí—, que en fútbol atacar desordenadamente se califica de “ataque de indios”.

Entonces, si uno lo piensa bien, ¿por qué tanto drama si cotidianamente en nuestro propio país cometemos actos similares?. ¿No hay que tener acaso mano dura con la delincuencia?. No pocas veces jóvenes infractores de ley o cualquier muchacho de una zona pobre, son tratados por la policía de modo parecido al mostrado por sus colegas canadienses. Maneras muy diferentes a cómo se relacionan con jóvenes de barrios acomodados. En Chile es una realidad diaria la discriminación por grupo socioeconómico, apariencia física y modo de hablar. Y una realidad fundada en una particular ideología sobre las diferencias entre las personas: la “gente”, la “clase media emergente” (antiguos “siúticos”) y la “gente de escasos recursos” (léase “rotos”). No somos iguales. No debemos serlo.

¿Qué pensaría Ud. de un joven con el fenotipo de algunos jugadores de la sub 20 corriendo por Ahumada?. Indudablemente un lanza, ¿no?. No se sienta mal. No es su culpa, ni tampoco la del joven. Es culpa de la distribución del ingreso y de las oportunidades socioeconómicas en Chile. Tradicionalmente en nuestro país ese reparto responde a los colores: a más blanco más dinero, cosas y “decencia”. A más moreno, menos o nada. Los genes y el consecuente fenotipo, son marcas de posición social. Es decir, en Chile el clasismo se funde con el racismo. No sólo por estética se explica esa marea “ruzia” en las féminas criollas. Es también una cuestión simbólica. La constatación de nuestra realidad en colores, no nos hace malos. Lo reprobable sería maltratar o discriminar a alguien por su color de piel, lugar de residencia o forma de hablar.

Lo más paradójico del clasismo y el racismo, es que siempre el o la clasista y el o la racista, podrán a su vez ser mirados por sobre el hombro por otros u otras. Siempre hay alguien con más dinero, cosas, “decencia”, más “blancura” o todas las anteriores. Si ya es muestra de miseria intelectual ser clasista y/o racista, lo es también de la ignorancia y el absurdo: está probado que el género humano proviene de África. En otras palabras, nuestro pasado común es negro o todos somos descendientes de negros. Es más, el carácter dominante de ese conjunto de rasgos, implica la tendencia irreversible de la humanidad a “oscurecerse”. Vaya fina ironía de la naturaleza.

Finalmente, no puedo terminar sin insistir en rechazar la imperdonable conducta de la policía de Toronto. No sólo fueron racistas y violentos. También violaron la ley pareja, esa que no es dura. Si tratan así a los “delincuentes”, ¿por qué no le tocaron ni un pelo a tanto dirigente FIFA que andaba por allá?

Andrés Monares

viernes, 3 de agosto de 2007

Cristina Fernández y la Argentina

Es que estamos tan mixturados
Florencio Escardó
“Piolín de Macramé”

Escribo esta nota con la percepción de que el inconciente colectivo uruguayo, en estos tiempos de desencuentros coyunturales con los argentinos, no tiene mucho espacio para recibir noticias de la política del otro lado del charco. Pero igualmente lo hago porque estoy persuadido de que es necesario trasmitir cómo veo la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia en el contexto de lo que ha pasado en los últimos cinco o seis años.

El domingo 1º de julio se anunció que Cristina, como ya la llaman en todos los estratos, será la candidata a presidente por el espacio político que lidera el presidente Kirchner. Desde entonces su candidatura concentra la atención polìtica de todo el espectro nacional; desde el peronismo-justicialismo, pasando por la desmembrada Unión Cívica Radical, terminando por ya lanzados a la presidencia, como Lavagna, la diputada del ARI, Carrió, y el aliado de Macri, López Murphy, del partido Recrear. El peronismo-justicialismo está fracturado desde las últimas elecciones presidenciales del 2003. Con la anuencia formal del Congreso Nacional Justicialista, el peronismo llegó con tres candidatos a presidente: Rodríguez Saá, ex gobernador de la provincia de San Luis y expresidente por 7 días en el 2002; Menem, ex gobernador de la provincia de La Rioja y expresidente por diez años, y Kirchner, en aquel entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz. Los tres representaban a tres formas de concebir el peronismo, y estaban, y están hoy, separados en la teoría y en la práctica. En la Unión Cívica Radical (UCR) pasaba algo parecido. En las elecciones de 2003 hubo tres candidatos que pertenecían, o habían recientemente pertenecido al partido radical; Leopoldo Moreau, el candidato oficial por la UCR; Ricardo López Murphy con su reciente partido Recrear, y Lilita Carrió, del ARI. De hecho la elección del 2003 fue una elección presidencial con la simultaneidad de internas abiertas. En mayo del 2003 asume Kirchner la presidencia insinuando una forma diferente de hacer política, más independiente, con el fuerte antecedente de que hacía un año y medio, desde los sucesos de diciembre de 2001, no había país ni democracia real.

Kirchner había iniciado su campaña nacional en el 2003 logrando el 22% del electorado; y saltó al 40% del electorado en el 2005; la propuesta de Kirchner fue aglutinar fuerzas con una propuesta nacional que superara la crisis – “estamos en el infierno”, decía – que se empezara a religitimar la autoridad en la gestión y se ordenara el tejido social, combatiendo la anomia generalizada. Los resultados han sido varios: en lo económico, crecimiento de la actividad del empleo y mayores exportaciones; en lo social, mayor participación de la sociedad en temas que antes les era ajeno, menor cantidad de pobreza e indigencia. Todo eso significó que empezó nuevamente la movilidad social, situación que en los últimos quinquenios se había tornado muy difícil en la Argentina. Desde las elecciones parciales legislativas del año 2005, ha surgido el Frente para la Victoria, la herramienta política partidaria del presidente Kirchner, para diferenciarse concretamente en el amplio espectro político argentino. Y lo ha logrado ràpidamente ése año, donde Cristina Fernández fue electa senadora por la Prov. De Buenos Aires, por ese espacio, con el 45% de los votos, rompiendo políticamente con lo que fue el duhalismo, sepultando sus aspiraciones a seguir comandando la política provincial, y a través de ella, la nacional. Ese fue un quiebre del paradigma político nacional justicialista, y de alguna forma, el surgimiento del kirchnerismo. El peronismo fue dividido, claramente dividido, en muchos de los distritos electorales provinciales y municipales. El Frente para la Victoria ha quebrado muchas estructuras tradicionales de la política. Quizá se aleje del justicialismo, quizá lo potencie con otro nombre y otros hombres y mujeres. Hizo alianzas diferentes según las coyunturas provinciales y municipales, y sus acciones políticas tienen un cometido claro: unir a la Argentina en el camino hacia una nueva forma de hacer política.

El llamado a la Concertación plural argentina, emulando a Chile, lanzada hace un año por Kirchner ha dado sus frutos. Las nuevas alianzas muestran un nuevo mapa político. Hay gobernadores que proviniendo de la UCR, y manteniendo su pertenencia, adhieren al llamado plural del presidente. Lo mismo diputados e intendentes de ese partido, a lo ancho y a lo largo del país. Hay peronistas-justicialistas que adhieren también a la Concertación plural. Hay otros que no, y están en minoría en el Congreso nacional partidario y están ó con la candidatura de Lavagna o cerca de Menem y Rodríguez Saá. Todos sin peso politico hoy reconocido.

Dicen que dos gobiernos sucesivos, con reelección, no tienen buen final, al menos en estas latitudes, de institucionalidades débiles. Son ejemplo Perón y Menem. La decisión de Néstor Kirchner de no avanzar en falso hacia otro período de gobierno comandado por él, tiene que ver con su decisión de quebrar esas tendencias de perpetuación con rasgos hegemónicos. No quiere repetir la historia, y eso es respetable y considerable. Actualmente su imagen positiva oscila entre el 65 y el 75% de los argentinos. La senadora Cristina Fernández de Kirchner tiene una imagen que ronda el 50%. No sabemos si otro en su lugar hubiera hecho esta jugada política.

Algo ha cambiado en la Argentina. Con poco, en cuatro años, se ha hecho mucho. Ya en su primer año de gobierno llamó la atención a muchos que en “no recibiera en la Casa Rosada” a los representantes de las corporaciones económicas, sindicales y religiosas, cambiando la forma tradicional de gobernar, ésa de negociar con todos y después aplicar las políticas públicas. Y también llamó la atención de que no hubiera “barrido” con los funcionarios menemistas y duhalistas del gobierno. Hizo cambios, pero no salvajes, como otros que lo precedieron. Kirchner hizo de la frase “Argentina, un país en serio” el eje directriz de su gobierno.

Se puede afirmar que estos años de gobierno han mostrado la concepción filosófica política que encarna el matrimonio Kirchner-Fernández, que está más cerca del tercer movimiento histórico, nacional y popular, que de las formalidades de los órganos partidarios que quedan en los aparatos de los partidos.

Hay más actividad en general, de todo tipo; la economía crece, la sociedad tiene más respaldo provisional, las reservas crecen, hay movimiento vertical económica y socialmente, las organizaciones no gubernamentales tienen más participación, las instituciones públicas dan muestra de una necesidad imperiosa de aggiornamiento para adecuarse a las actuales demandas, los servicios públicos (oficiales y privados) están siendo mirados con ojos más críticos que hace un tiempo, etc, etc-.

Cristina Fernández es un cuadro político. La actual senadora tiene una larga experiencia como diputada nacional; desde allí enfrentó al menemismo ganándose la expulsión del bloque justicialista. Poseedora de una definida personalidad evidenciada en su temple político, con un discurso político propio pero afín al proyecto nacional compartido con Néstor Kirchner, ha tenido un excelente desempeño cada vez que ha representado al país en el concierto internacional y ha manifestado, entre otras cosas, que quiere una mayor calidad institucional, algo muy necesario para avanzar en las consolidaciones pendientes. Sintetizando su pensamiento político, hace una semana, en su primer discurso como candidata, cerrando el II Congreso Internacional de Filosofía, dijo: “Si alguna vez como parte de una generación, soñamos con cambiar el mundo, hoy estamos más humildes: apenas soñamos con ayudar a cambiar nuestro país y a que cambie la región”. Hoy lanza Cristina su candidatura en La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, la ciudad donde nació. Aparece como la próxima presidente latinoamericana, le espera la continuación y consolidación de este proceso de cambio. Una mujer cambió una gran parte de la historia argentina, para bien: Eva Duarte, “Evita”, junto a Perón. Ya muchos la comparan. Pero todas las comparaciones son odiosas. Este es otro tiempo. Veremos.

Fabián Muñoz Rojo, desde Buenos Aires.