viernes, 11 de abril de 2008

El negocio de las universidades en Chile

El gobierno militar dio luz verde a la creación de universidades privadas sin mayores exigencias. Cualquier hijo de vecino, con o sin pergaminos, podía abrir una universidad. En las postrimerías de la dictadura, cuando se perdió el plebiscito, este proceso creativo se aceleró.

Tras estas nuevas universidades preparaban su desembarco del gobierno conspicuos personajes. Estos hijos de vecinos, en su inmensa mayoría, eran exministros, exsuperintendentes, poderosos hombres de negocios, todos fuertemente entrelazados por los más inverosímiles vericuetos familiares, quienes en un arrebato de generosidad y espíritu de servicio vieron en las universidades una vía para continuar prestando servicios a la nación que tanto querían. Esto ocurrió luego que la ciudadanía resolviera prescindir de ellos –en el plebiscito del 88- para que continuaran haciendo de las suyas desde el aparato estatal.

A diferencia de la educación básica y media, en la educación superior la legislación estipuló que las nuevas instituciones fuesen sin fines de lucro. Hasta el día de hoy se desconocen las razones por las que la legislación autorizó el lucro en los establecimientos educacionales privados –subvencionados con financiamiento público o no- , no así en el ámbito de la educación superior. A la luz de la lógica dominante entonces y perpetuada hasta nuestros días, esta dicotomía no tiene asidero alguno. Solo se explicaría como fruto de una suerte timidez, vergüenza, o remordimiento de conciencia por parte de quienes fraguaron este engendro.

No obstante que estas universidades fueran creadas sin el más mínimo afán ni espíritu de lucro, como por milagrosa casualidad se han ido generando fortunas en torno a ellas. El afán de lucro –concebido como un camino a la santidad por quienes lo ensalzan una y otra vez- ha logrado el milagro de la multiplicación de los panes, perdón, de las universidades. Es así como hoy ingresan Pedro, Juan y Diego, no importando si reúnen los requerimientos académicos para cursar estudios superiores; lo que importa es que paguen. Es así como hay universidades privadas –también algunas universidades públicas- que están produciendo profesionales como quien produce salchichas.

Para poner atajo a este proceso se ideó la acreditación, como mecanismo orientador de las decisiones por parte del mercado. Pero cuando unas y otras –mas temprano o mas tarde- terminan siendo acreditadas por el imperio de las influencias de un cada vez mas amplio círculo de personajes entrelazados unos con otros, y logrando su autonomía, como es lo que ha estado ocurriendo, solo resta por encomendarse al Señor.

Rodolfo Schmal S.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero contar una vivencia sin importancia, pero que me hizo pensar, y en ciero modo, se topa con lo que usted dice, don Rodolfo.



Estaba yo unas noches atr�s en un pub, disfrutando del espect�culo social que ofrece este lugar en particular. Varias noches durante la semana tienen m�sica en vivo. Se junta gente de distinta �ndole, sin que un grupo prime sobre otros. Variados niveles sociales, variadas edades, casi tantas mujeres como hombres. Un lugar democr�tico, donde todos valen lo mismo, por lo menos mientras est�n ah�. Se entablan conversaciones, se bebe, algunos bailan al son de la m�sica. Esta noche llegu� temprano, la banda todav�a no hab�a empezado, y lo que se escuchaba era el sonsonete de las conversaciones, a menudo marcadas por carcajadas, exclamaciones de alegr�a y saludos gritados. Se ve�a que la gente estaba dispuesta a pasarlo bien. La corrida de asientos frente al mes�n estaba llena, y el resto de los parroquianos parados, lo que les daba libertad para deambular por el recinto, equilibrando el vaso con el trago, siguiendo huellas movedizas entre la gente, acopl�ndose a este u otro grupo, o prefiriendo no hablar con nadie y ser parte muda del espect�culo, disfrutar del trago y la onda, pero para adentro. Yo me ubiqu� pasado el mes�n, en un rinc�n de atr�s, frente al escenario. Vi a un grupo de j�venes que preparaban sus instrumentos para tocar. El de la bater�a acomodaba sus tambores y platillos, calculando la distancia y el �ngulo de las superficies a su alrededor, que sus palillos golpear�an, mientras que los de las guitarras el�ctricas organizaban el enjambre de cables, enchuf�ndolos por aqu� y por all�. Siendo ya casi el momento de empezar, se ponen los instrumentos, los acarician, se acomodan, prueban algunas notas. De a poco, estos j�venes concentrados en tareas individuales empiezan a convertirse en grupo. Veo que hay un cantante. Parece ser un chico ali�ado, bastante joven pero proyectando confianza en s� mismo. De pronto, sin otro pre�mbulo, empiezan a tocar. El volumen de la m�sica es alt�simo. Tocan punk. El baterista desde el primer instante mantiene un ritmo fren�tico, y los guitarristas hacen zumbar las cuerdas de sus instrumentos. El cantante tiene el micr�fono en su mano, casi dentro de su boca , y eructa palabras con cara transfigurada. Su cuerpo parece recibir descargas el�ctricas, sus piernas y brazos se mueven como bajo la influencia de exagerados espasmos epil�pticos, pero en este caso contracciones musculares voluntarias, requisitos de su canci�n. Lo vi arrojarse al suelo y contorsionarse--milagrosamente evitando derrumbar micr�fonos y equipo--y de ah� seguir cantando. Se par� dando muestra que manten�a el control utilitario de sus m�sculos, pero inmediatamente las descargas el�ctricas de alto voltaje continuaron, causando convulsiones cuasi-harm�nicas con la m�sica a medida que se desplaza por el espacio, su boca sobre el micr�fono y su cara gesticulando palabras que parec�an provenir de lo m�s profundo de su ser.



Este espect�culo en s� era interesante. Pero, curiosamente, el micr�fono del cantante no funcionaba, y lo que retumbaba por dentro del recinto era s�lo el sonido de los instrumentos. El derroche de energ�a del joven cantante no produjo un solo sonido de parte de �l. Las palabras aparentemente ca�an est�riles en el vac�o del espacio y del tiempo.



Sin embargo, me parece que la infructuosidad del grito mudo produjo una cierta inquietud en mi. Me hizo pensar y considerar las causas existenciales de su condici�n de joven, de ser humano, en este mundo que nos toca vivir. Lo vi como hermano. Su problema, cualquiera que fuese, era tambi�n mi problema. Me adher� a su causa, pensando que ten�amos intereses en com�n.



No quiero abusar de su paciencia, don Rodolfo, pero me voy a permitir a�adir una groser�a. Antes de terminar su canci�n este muchacho decidi� escupir al cielo, y solt� con gran fuerza un escupo en esa direcci�n. Pero el techo bajo del recinto ataj� el escupo. Usted entender� que la fuerza de gravedad hace lo que hace, y esta fuerza fue l�nguidamente estirando la saliva hacia abajo. Luego otras leyes naturales entraron en acci�n y cortaron este hilo l�quido, obligando al escupo volver a la tierra por pedazos. Hab�a un foco a media luz que lo hac�a brillar, si uno sab�a donde mirar, y pod�a verse esta acci�n de las fuerzas naturales sobre el escupo lanzado al cielo. Pero r�pidamente, despu�s de entrever el destino de tal, dej� de mirarlo. Mas bien, evit� mirarlo, ya que generalmente reaccionamos con una curiosidad morbosa frente a estas cosas. Pero no quise saber donde ni sobre quien caer�a. Mas tarde, despu�s de haber terminado su acto en el escenario, y en ese momento ya entre los parroquianos que esper�bamos el pr�ximo show, vi al muchacho mirar hacia el techo donde todav�a se observaba un vestigio de su rebeld�a. Esta vez su cara estaba relajada y denotaba una cierta alegr�a, quiz�s orgullo, al indicarle el lugar a otro compadre, que probablemente no hab�a sido testigo de su haza�a.



Y pens� que su escupo fue forma meritoria de expresar su problema existencial, y de dejar constancia de su presencia y voluntad en la tierra. Mas vale una reacci�n simb�lica a un silencio c�mplice a toda injusticia.



Y, por sobre este acto simb�lico, admiro al que se compromete con la palabra y la acci�n, como usted, don Rodolfo.