Intenté suspender la suscripción del diario por unos días por ausentarme de casa, pero no me fue posible porque “el sistema estaba caído” y con muy buenas palabras me dijeron que no podían hacer nada. Hace unos días quise pagar mis cuentas de luz en una de las tantas casa de pago de cuentas, pero un letrero me frenó en seco: “Disculpe las molestias, el servicio está suspendido por caída del sistema”.
El broche de oro de la dependencia respecto de la tecnología en la sociedad chilena está dado por el fiasco del transantiago. No están operativos los sistemas o dispositivos tecnológicos (de gestión de flota, GPS, cámaras, botones de pánico, etc.) destinados a monitorear la cantidad, recorridos, frecuencias de buses y pasajeros, y el sistema de transporte público en la capital del reino se desploma con consecuencias a la vista de todos.
Si bien existen múltiples definiciones en torno a la tecnología, para no complicarnos mayormente asumiremos que la tecnología es un conjunto de inventos, técnicas y/o conocimientos vinculados a la generación de un ambiente, sector o producto en particular. Toda tecnología conlleva la aplicación del conocimiento en los mas diversos procesos productivos con miras a hacerlos más eficientes y rentables. Ella encierra conocimiento acumulado en el tiempo a partir de la experiencia, la observación y la aspiración por reducir el esfuerzo o trabajo manual.
Desde la segunda mitad del siglo pasado el avance tecnológico ha tomado un vuelo tal que se manifiesta en la proliferación y masificación de artefactos en la sociedad que ni nuestros propios padres se hubiesen soñado. Lo que más llama la atención es la autonomía que ha adquirido este vuelo. En efecto, el desarrollo tecnológico ha tomado vuelo propio, autónomo cuyas consecuencias sobre la sociedad, los países y las personas no se logran dimensionar.
Existe la sensación que el desarrollo tecnológico tiene un curso único, dado, que no podríamos alterar, que condiciona nuestras vidas, frente al cual solo cabe resignarnos. Como si fuera el mercado el que determinara su curso. Sin embargo ella es una verdad a medias, porque en estricto rigor, en la actualidad el devenir tecnológico está determinado por unas pocas y grandes empresas multinacionales que a su vez condicionan el comportamiento de los consumidores por la vía publicitaria de modo que el consumo se oriente hacia donde ellos desean.
Vivimos tiempos caracterizados por la alta tasa de uso tecnológico en los procesos productivos y en la sociedad en general, lo que explica la dependencia tecnológica en que nos desenvolvemos. Basta que se caiga un sistema para que se nos descuadre la existencia misma. es hora que no solo la sociedad se adapte a la tecnología imperante, sino que incida en su curso participando en las decisiones en torno al desarrollo tecnológico.
El broche de oro de la dependencia respecto de la tecnología en la sociedad chilena está dado por el fiasco del transantiago. No están operativos los sistemas o dispositivos tecnológicos (de gestión de flota, GPS, cámaras, botones de pánico, etc.) destinados a monitorear la cantidad, recorridos, frecuencias de buses y pasajeros, y el sistema de transporte público en la capital del reino se desploma con consecuencias a la vista de todos.
Si bien existen múltiples definiciones en torno a la tecnología, para no complicarnos mayormente asumiremos que la tecnología es un conjunto de inventos, técnicas y/o conocimientos vinculados a la generación de un ambiente, sector o producto en particular. Toda tecnología conlleva la aplicación del conocimiento en los mas diversos procesos productivos con miras a hacerlos más eficientes y rentables. Ella encierra conocimiento acumulado en el tiempo a partir de la experiencia, la observación y la aspiración por reducir el esfuerzo o trabajo manual.
Desde la segunda mitad del siglo pasado el avance tecnológico ha tomado un vuelo tal que se manifiesta en la proliferación y masificación de artefactos en la sociedad que ni nuestros propios padres se hubiesen soñado. Lo que más llama la atención es la autonomía que ha adquirido este vuelo. En efecto, el desarrollo tecnológico ha tomado vuelo propio, autónomo cuyas consecuencias sobre la sociedad, los países y las personas no se logran dimensionar.
Existe la sensación que el desarrollo tecnológico tiene un curso único, dado, que no podríamos alterar, que condiciona nuestras vidas, frente al cual solo cabe resignarnos. Como si fuera el mercado el que determinara su curso. Sin embargo ella es una verdad a medias, porque en estricto rigor, en la actualidad el devenir tecnológico está determinado por unas pocas y grandes empresas multinacionales que a su vez condicionan el comportamiento de los consumidores por la vía publicitaria de modo que el consumo se oriente hacia donde ellos desean.
Vivimos tiempos caracterizados por la alta tasa de uso tecnológico en los procesos productivos y en la sociedad en general, lo que explica la dependencia tecnológica en que nos desenvolvemos. Basta que se caiga un sistema para que se nos descuadre la existencia misma. es hora que no solo la sociedad se adapte a la tecnología imperante, sino que incida en su curso participando en las decisiones en torno al desarrollo tecnológico.
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