lunes, 5 de marzo de 2007

Palos de ciego

Palos de ciego

por Andrés Monares


Una vez comenzado el tan anunciado Transantiago y al comprobar en carne propia las largas esperas, la no coordinación de las combinaciones entre microbuses, la baja de frecuencia y la falta de recorridos en ciertos sectores, es imposible no ser parte del descontento popular. Porque, esas fallas no tienen nada que ver con la resistencia al cambio de los usuarios o la desinformación (la cual de hecho fue escasa, considerando un cambio de tales proporciones y en una ciudad de más de cinco millones de habitantes).

Ante los errores de planificación del proyecto, curiosamente no pocos reproches públicos se han dirigido contra Iván Zamorano. La cara visible del nuevo sistema de transporte público capitalino, ha recibido quizás más críticas que sus diseñadores de la administración Lagos y que sus obligados realizadores del gobierno de Bachelet. Y esas diatribas no se las han dirigido precisamente por el trascendido monto de sus honorarios, esos nada despreciables $300 millones. Si no, simplemente, por ser el “rostro” del sistema.

Desde el punto de vista de la política —no del mercadeo comunicacional—, no deja de ser curioso que se ataque una figura publicitaria en igual o mayor medida que a los responsables políticos y técnicos de los problemas. Pues, Iván Zamorano no tiene culpa alguna de esas dificultades. Su única falta podría ser haberse arrendado para publicitar un sistema con fallas de diseño. No sólo con desajustes por estar “en rodaje” (De hecho, que yo recuerde, nadie lo culpa por el mal servicio de una transnacional de las comunicaciones de la cual también fue “rostro” publicitario).

Frente a esa particular expresión de descontento popular —donde las personas descargan su ira contra nuestro otrora héroe deportivo, ante las sesudas y dirigidas preguntas de algunos periodistas— queda patente el nivel de desorganización social del país. Pues, si no nos dan cámara o micrófonos, no habría más reacción que refunfuñar junto al interlocutor de turno en una parada, arriba de un bus o de un carro del Metro. Porque “tomarse” un micro o hacer barricadas y romper los paraderos que uno mismo, su familia y sus vecinos usan, no es el mejor ejemplo de organización, ni de presión o propuesta ciudadana. No sólo es una expresión impotencia, sino sobre todo de desorganización en un contexto con partidos que ya no representan ni salvaguardan a casi nadie.

Pero también, quedan en evidencia los palos de ciego que está dando la ciudadanía molesta con el Transantiago. Unos garrotazos que además no dignifican mucho nuestras capacidades de abstracción y crítica. Sería diferente reprochar los millones de pesos —no sé si justificados— que todos pagamos a Zamorano. Visto así, ¿cómo definen la política los chilenos?, ¿cómo entienden el papel del gobierno y su propio rol de ciudadanos?. Porque en realidad, los únicos que deberían ser criticados son las autoridades políticas.

Que el Ministro Espejo dé la cara y explicaciones, no es por “paleteado”; es su deber. Que Bachelet interrumpa sus vacaciones, también es parte de sus responsabilidades. Es obvio regresar cuando hay tal caos en la capital del país, donde además habita un tercio de su población. Ambos trabajan para todos nosotros. No sólo por pagarles su salario. Es la lógica de la democracia (incluso de ésta): nosotros somos los mandantes y ellos los mandatarios. Es su obligación encargarse del asunto. Y nuestro deber hacer que lo asuman.

Sin embargo, aunque Bachelet no sea santa de mi devoción, no es posible olvidar que una vez más está tapando los hoyos que dejara Lagos. Fue él quien “dejó listo” el Transantiago. Fue él quien prefirió hacer del Metro su esqueleto, en una ciudad que no cuenta en gran parte de ella con una red de trenes urbanos y donde cada kilómetro de un sistema de buses de alta calidad cuesta aproximadamente US $ 2 millones, en comparación a los por lo menos US $30 millones de kilómetro de Metro (cuando se trató de cortar cintas de obras marqueteras ante las cámaras de televisión, sí pudo meter la mano al bolsillo del Estado el gobierno “socialista” con el gasto social más restrictivo de todos los de la Concertación). Y, la guinda de la torta, fue el propio Lagos quien autorizó el cambio de uso de suelo para que Santiago creciera casi un 50% más: ¿cuándo se deberá extender de nuevo el Transantiago para cubrir una capital aún más grande?, ¿quiénes pagarán los millones por los estudios y el proyecto?, ¿quiénes sufrirán por trayectos todavía más largos y demorosos?

Cómo se facilita la pega y construir una imagen pública positiva cuando se dejan los “cachos” a los sucesores. Entonces, al recordar el alto nivel de respaldo que aún tiene Lagos en las encuestas, es manifiesto que definitivamente los chilenos reprobamos en civilidad. ¡Qué facilidades damos para que nos pasen gato por liebre!, ¡Qué impunidad regalamos a los actos de nuestros empleados! Ese es el problema cuando en una nación sólo hay habitantes y no sociedad civil. Ese sí que es un “tema país”. El cual hace rato en varios ámbitos nos está pasando la cuenta a todos.

Esperemos se arregle pronto el transporte público para que no siga siendo un Transanfiasco para la mayoría de santiaguinos que lo utilizamos y llegue a ser un real incentivo para que el resto no use su automóvil (aparte de descontaminar y elevar la calidad de vida). Por ahora, sólo resta especular con qué cariño recordarán Bachelet y Zamorano al “estadista” por dejarlos clavados con este Transancaos. Ahora bien, al menos el ex futbolista se llevó unos cuantos pesos. En el caso de la Presidenta, uno de corazón desea que algún día les haga la desconocida a sus asesores y exponga públicamente su irritación por tener que ocuparse una y otra vez de problemas heredados: de negociaciones inconclusas, de proyectos anunciados pero no financiados, de obras a medias o mal diseñadas, etc.

Tal vez en agosto por fin la veamos sincerarse con su antecesor. Cuando suba el pasaje del Transantiago; no cuando se reajuste... ¿O Ud. creía que la maravilla de tres viajes dentro de 90 minutos por $ 380.- sería permanente? Siempre se podrá sacar más jugo de ese limón: para la gran mayoría de santiaguinos, su demanda de trasporte público es inelástica.

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