lunes, 24 de septiembre de 2007

Cuando ser chileno da vergüenza...

Me llegó esta carta abierta sobre la falta de libertades en Chile... donde la dictadura se acabó... al menos eso dicen...
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Fui agredido en Santiago por carabineros con ocasión del Te Deum

Valparaíso, 18 de septiembre de 2007

Por Fred Bennetts

Queridos amigos, Hoy fui a Santiago para manifestarme en las escalinatas de la Catedral antes del Te Deum . Puesto que es el gran día de la jerarquía como institución —organizan este evento con muchos invitados y mucha panoplia— me pareció apropiado llevar un cartel alusivo a los 7 sacerdotes que dieron su vida por los pobres, habiendo sido asesinados y, en la mayoría de los casos, calumniados por el régimen militar. Son: Joan Alsina, Omar Venturelli, Antonio Llidó, Étienne Pesle, Gerardo Poblete, André Jarlan y Miguel Woodward. Pedía a los obispos que refutasen las calumnias, que hasta ahora nunca han sido refutadas ni desde el púlpito ni por cualquier otro medio. Además, llevaba una petición sobre ese tema dirigido al Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Alejandro Goic, firmado por 75 personas.

Esperaba entregárselo si se personase en las escalinatas, junto con una copia de una carta de diciembre de 2006 sobre el mismo tema que mi mujer, Patricia Woodward, le había dirigido, a la cual (igual que a una carta anterior) no había recibido contestación alguna. Me encontré con que las fuerzas de seguridad habían acordonado toda la Plaza de Armas y dos cuadras alrededor. Por lo tanto, tuve que dirigirme a Bandera esquina Moneda, por donde pasaban los autos oficiales camino a la Catedral. Me puse por detrás de una barrera frente a unos carabineros. Aproximadamente a las 10.35, desplegué mi cartel y fui inmediatamente rodeado por varios carabineros, uno de los cuales sin explicaciones lo destrozó. Cuando le increpé, haciendo referencia a la libertad de expresión y preguntándole por la ordenanza que le permitía actuar de esa forma se limitó a decir "hoy no".

Esperé unos diez minutos más hasta que se veía a la Presidenta en su vehículo oficial y entonces saqué de mi carpeta una hoja, un folio que detallaba los nombres de los 7 sacerdotes para que la Presidenta, sin, evidentemente, poder leerlo, pudiera al menos ver que había algo que quería comunicarle. Inmediatamente, sin más, fui agredido por varios carabineros y, con especial contundencia, por un joven de civil que se encontraba a mi lado. Sin medir palabra y sin tratar de leer lo escrito en el folio, me tiraron al suelo y el joven se echó con todo su peso sobre mí, inmovilizándome durante unos tres minutos. Durante ese tiempo, uno de los carabineros agarró mi carpeta y salió corriendo, igual que los demás carabineros cuando vieron que se acercaban unos fotógrafos de prensa. El joven, mientras tanto, me dijo que era policía y que yo estaba detenido. Al levantarme, desapareció el policía y me dirigí en primer lugar a los carabineros que habían vuelto a aparecer, requiriendo mi carpeta. Se apartaron sin contestar y cuando les seguí me encontré con que al lado suyo estaba el policía quien me había agredido y otro de los carabineros que tenía mi carpeta. Me dirigí a uno de ellos que tenía el nombre Moya en su uniforme y que se identificó como responsable de los funcionarios allí presentes. Me identifiqué, presentándole mi pasaporte británico con el cual entré en Chile ayer. Él transmitió los datos a un superior suyo por celular. Le pregunté al oficial Moya si el joven era en realidad policía y me contestó que sí y que estaba bajo sus órdenes. Le pedí que me diera el nombre de ese policía y se negó a ello. Al preguntárselo dijo que no estaba detenido.

Puesto que mi brazo sangraba por causa de la agresión, le pedí al oficial Moya donde podría encontrar un hospital donde curarme. Me dijo que en la Avenida Portugal, que averigüé más tarde, estaba a bastante distancia. Luego, le pregunté donde había una Comisaría para denunciarle y me contestó que no iba a decírmelo. Dadas esas circunstancias decidí regresar a Valparaíso. Presentándome en Urgencias del Hospital Van Buren me dieron un parte que hace referencia a lesiones en un brazo, que me curaron, y hematomas en varias partes del cuerpo. Luego denuncié los hechos en la Policía de Investigaciones de Valparaíso. Entiendo que el informe policial allí redactado será enviado al Fiscal de guardia mañana y que, previsiblemente, éste se declarará incompetente, reenviándolo a la Fiscalía apropiada en Santiago. Se da la circunstancia que el 2 de abril del año en curso, dos días antes de regresar a España, fui agredido en el molo de Valparaíso con ocasión de la despedida de la Esmeralda por dos desconocidos en presencia de un Carabinero, el Sgto. Juan Lucke, que no intervino.

Denuncié los hechos en la misma Oficina de Investigaciones de Valparaíso, informe ese que también pasó a la Fiscalía. Pedí que, como primer paso, identificasen a mis agresores, puesto que todo el incidente había sido filmado por un cámara de TVN, el Sr.Danilo Ahumada. Hasta el día de hoy no tengo noticias de las investigaciones que pudieran haberse llevado a cabo a este respecto. Espero que verán bien dar a conocer que Carabineros está actuando fuera de la ley y que los obispos siguen despreocupados por la verdad.

Saludos, Fred

Nota: Fred Bennetts es Licenciado en historia por la Universidad de Oxford. Ha trabajado como consultor para la ONU y los gobiernos del Reino Unido, España y Portugal. Su esposa, Patricia, hermana del padre Miguel Woodward asesinado en la Esmeralda, colabora con Amnistía Internacional.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Vandalismo

Desafortunadamente, a lo largo de todos estos años, como antesala de la celebración de fiestas patrias, la marginalidad nos recuerda con inusitada violencia su existencia. Lo hace aprovechando un aniversario más del 11 de septiembre, día del golpe de estado. Se creyó que con la supresión de su carácter de feriado, las habituales expresiones de violencia se eliminarían o al menos se reducirían, como por arte de magia.

Se acabó la dictadura brutal, se asume que llegó la democracia, que el país progresa, pero la violencia sigue ahí como queriendo decirnos algo. Podríamos sacarnos el pillo con cantinelas tales como que ella se encuentra magnificada por los medios de comunicación, que es fruto de la debilidad del gobierno, que falta mano dura.

En esta perspectiva la solución más simple es endurecer la legislación, incrementar la represión para imponer o “restaurar” el orden. La pregunta que surge entonces es ¿cuál orden? ¿el actual?

Este “orden actual” es el ordenamiento económico en el que unos pocos concurren al mercado con dinero en mano, en tanto que la mayoría, o no participa, o lo hace con tarjetas plásticas que terminan por ahogar; es el orden político donde el padrón electoral va envejeciendo, la abstención y los votos nulos y blancos crecen elección tras elección, donde finalmente las autoridades son elegidas por unos pocos; es un ordenamiento social en el que cada uno se refugia en sí mismo abandonando toda asociación, debilitando a la sociedad propiamente tal. Esto es, el “orden” en el que estamos sumergidos.

Sí, el país crece, progresa, se desarrolla, y junto con ella la marginalidad que es la que recurrentemente nos recuerda su existencia por más que queramos ignorarla. No es un tema exclusivo nuestro. En Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, y tantos otros países, las asonadas callejeras no son desconocidas. Lo que quizá llame la atención es que ocurra en un país modélico como es Chile. El mundo se sorprendió al ver nuestras calles controladas por el lumpen mientras los carabineros se batían en retirada.

Es hora que reflexionemos de verdad, que razonemos más allá de nosotros mismos, que analicemos a fondo las causas más profundas de una realidad lacerante. Cuando un menor de edad participante en los desmanes fue entregado a su madre con la advertencia de la responsabilidad que le correspondía, ella preguntó: ¿por qué? Por ser su madre fue la respuesta de la autoridad. Ella no se inmutó: “yo trabajo todo el día y no lo veo, estoy separada, soy jefa de hogar y debo parar la olla. Salgo temprano de casa y no llego hasta la noche. No puedo saber qué hacen mis hijos en el día”. En este contexto los narcotraficantes hacen de las suyas sin pudor alguno.

Esta es la cruda realidad que no queremos ver. No se trata de pocos o muchos pájaros locos. En tanto no abordemos la construcción de un país más solidario, menos desigual, con o sin once de septiembre estos hechos seguirán explotando, una y otra vez, en la cara de cada uno de nosotros.